Como sabemos El estudiante de Salamanca un poema
narrativo del autor pacense José de Espronceda publicado en 1840. Gracias a la adición
del personaje del donjuán, de la locura de doña Elvira, de la impresionante
ronda espectral, de la visión del propio entierro y de la mujer representada
como esqueleto, se configura un extraordinario poema de la noche, puesto que se
sitúa en el intervalo temporal que hay desde la madrugada hasta el amanecer, y
de la muerte. La muerte en relación con el amor pero, a mi entender, no
puramente por amor como otras obras de la Literatura Universal. Es el amor en su
concepción romántica, pasional, extremado y descomedido.
Las
estrofas finales nos desvelan que don Félix de Montemar y su carácter arrogante,
desafiante e irrespetuoso ante Dios no es únicamente una fachada exterior con
el fin de ocultar una imagen más cercana
y sentimental, sino que se mantiene invariable, incluso, al presenciar su
propio entierro.
Diga, señor enlutado,
¿a quién llevan a enterrar?
-Al estudiante endiablado
don Félix de Montemar»-,
respondió el encapuchado. .
-Mientes, truhán. -No por cierto.
-Pues decidme a mí quién soy,
si gustáis, porque no acierto
cómo a un mismo tiempo estoy
aquí vivo y allí muerto. .
La
dama misteriosa y la persecución por las calles solitarias hacia el trasmundo envuelven
estos versos. Cada paso que avanza detrás de ella le acerca más a la muerte,
pero él se muestra inmutable hasta el final, no da su brazo a torcer, se cree
por encima de Dios y del diablo.
-Cada paso que avanzáis.
lo adelantáis a la muerte,
don Félix. ¿Y no tembláis,
y el corazón no os advierte
que a la muerte camináis?
«Seguid, señora, y adelante vamos:
tanto mejor si sois el diablo
mismo,
y Dios y el diablo y yo nos
conozcamos,
y acábese por fin tanto embolismo.
En
definitiva, pese a las innumerables lecturas que se pueden establecer acerca
del sentido final de la obra, podemos deducir que el protagonista concluye su
vida en las profundidades del Averno por su perversa y egoísta existencia.
El
fantasma esqueleto de doña Elvira abraza intensamente a don Félix hasta que
éste va perdiendo poco a poco la conciencia, la visión y, aturdido por el
agobio de un grupo de esqueletos que danza alrededor de la pareja, acaba
muriendo reclinando la cabeza en el hombro de ella. Lo último que oye es su
suspiro. Momento en el que el alba ilumina la ciudad de Salamanca y sus
habitantes despiertan para dirigirse cada uno a sus tareas. En estas primeras
horas corre el rumor de que uno de sus vecinos más conocido había muerto de
manera extraña esa noche.
¡Que era pública voz, que llanto
arranca
del pecho pecador y empedernido,
que en forma de mujer y en una
blanca
túnica misteriosa revestido, .
aquella noche el diablo a Salamanca
había en fin por Montemar
venido!...
Y si, lector, dijerdes ser comento,
como me lo contaron, te lo cuento.
