jueves, 9 de enero de 2014

Del donjuán a Don Juan

            Don Juan Tenorio es el prototipo amoroso masculino que ha conquistado de manera más extraordinaria la literatura, en general, y el teatro, en particular. Hablamos de un personaje que mostrará una profunda evolución dentro de la obra a medida que el sentimiento amoroso por doña Inés se va apoderando de su personalidad inicial.

Este proceso gradual de modificación de su actitud a través de la obra se sustenta en dos ejes principales. El primero de ellos es lo que don Juan cree que siente por doña Inés en un principio, y que a lo largo de la trama va configurándose como amor,  y el otro es aquel que está en función de la salvación o la condena del protagonista.

Si nos detenemos en el inicio de la historia, podemos reconocer en don Juan a un verdadero burlador. Es en esta primera parte donde el protagonista pone en evidencia su cinismo y su desenfado. De este modo, partiendo de este fragmento, podemos observar como muestra una actitud totalmente reacia y de burla frente al amor.

DON LUIS. ¡Por Dios, que sois hombre extraño!
¿Cuántos días empleáis
en cada mujer que amáis?

DON JUAN.  Partid los días del año
entre las que ahí encontráis.
uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas,
y una hora para olvidarlas.

La frialdad de sus palabras, su ironía, su arrogancia y la ausencia de remordimientos, se traducen en que para don Juan el amor es un juego frívolo. Se juega la vida con arrogancia en cada aventura en la que sólo pone empeño de conquista. Nuestro protagonista no concibe el amor más allá del placer. Su vida se reduce a una continua búsqueda de pasión erótica en la cual las mujeres adquieren un papel de víctimas cuando son dejadas en el olvido.

Sin embargo, el proceso evolutivo del que antes hablábamos llega con doña Inés. Es el primer instante en el que la hombría, el orgullo y el egocentrismo de don Juan pasan a un segundo plano debido a la hermosura que reconoce en la joven. Por tanto, es en este momento cuando la apuesta planteada con don Luis deja de ser relevante. Asistimos pues, a las primeras manifestaciones de su evolución: don Juan empieza a sentir y desear la figura de Inés sin conocerla siquiera.

            Los síntomas del amor se hacen todavía más patentes cuando don Juan, tras raptar a doña Inés, reconoce el amor desde una visión más espiritual. La atracción física por su hermosura deja paso a la valoración del alma. Don Juan califica el amor que siente como algo no terrenal y lo asocia a la clemencia de Dios que pretende salvarlo. El amor es la solución a su mal comportamiento anterior y al daño causado en tantas ocasiones:

No es, doña Inés, Satanás
quien pone este amor en mí:
es Dios, que quiere por ti
ganarme para él quizás.

Es la primera vez que él mismo cree en su considerable transformación. Se hace notoria por tanto la evolución desde el burlador de mujeres hacia el amante de una sola mujer con la que pretende compartir matrimonio.

Finalmente, en la última escena de la obra, ya situados en el cementerio, el cambio es total: el protagonista rompe el modelo de pensamiento romántico por excelencia y la razón supera a la pasión. La última decisión de don Juan es la más racional de su existencia.

Suéltala, que si es verdad
que un punto de contrición
da a un alma la salvación
de toda una eternidad,
yo, Santo Dios, creo en Ti:
si es mi maldad inaudita,
tu piedad es infinita…
¡Señor, ten piedad de mí!.


La lectura del final de Don Juan Tenorio deja entrever la sensación de que al negar su esencia don Juan pierde su ser y de este modo se condena a sí mismo. En definitiva, la concepción de donjuán que pasa a la literatura y al propio lenguaje castellano es la inicial, la del seductor que con tan solo una mirada podía rendir a cualquier dama, ese don Juan que contaba los muertos atravesados por su espada y las mujeres que pasaron por su cama.

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