Don Juan Tenorio es el prototipo amoroso masculino que ha
conquistado de manera más extraordinaria la literatura, en general, y el
teatro, en particular. Hablamos de un personaje que mostrará una profunda
evolución dentro de la obra a medida que el sentimiento amoroso por doña Inés
se va apoderando de su personalidad inicial.
Este
proceso gradual de modificación de su actitud a través de la obra se sustenta
en dos ejes principales. El primero de ellos es lo que don Juan cree que siente
por doña Inés en un principio, y que a lo largo de la trama va configurándose
como amor, y el otro es aquel que está
en función de la salvación o la condena del protagonista.
Si
nos detenemos en el inicio de la historia, podemos reconocer en don Juan a un verdadero
burlador. Es en esta primera parte donde el protagonista pone en evidencia su
cinismo y su desenfado. De este modo, partiendo de este fragmento, podemos
observar como muestra una actitud totalmente reacia y de burla frente al amor.
DON
LUIS. ¡Por Dios, que sois hombre extraño!
¿Cuántos
días empleáis
en
cada mujer que amáis?
DON
JUAN. Partid los días del año
entre
las que ahí encontráis.
uno
para enamorarlas,
otro
para conseguirlas,
otro
para abandonarlas,
dos
para sustituirlas,
y
una hora para olvidarlas.
La
frialdad de sus palabras, su ironía, su arrogancia y la ausencia de
remordimientos, se traducen en que para don Juan el amor es un juego frívolo. Se
juega la vida con arrogancia en cada aventura en la que sólo pone empeño de
conquista. Nuestro protagonista no concibe el amor más allá del placer. Su vida
se reduce a una continua búsqueda de pasión erótica en la cual las mujeres
adquieren un papel de víctimas cuando son dejadas en el olvido.
Sin
embargo, el proceso evolutivo del que antes hablábamos llega con doña Inés. Es
el primer instante en el que la hombría, el orgullo y el egocentrismo de don
Juan pasan a un segundo plano debido a la hermosura que reconoce en la joven. Por
tanto, es en este momento cuando la apuesta planteada con don Luis deja de ser
relevante. Asistimos pues, a las primeras manifestaciones de su evolución: don
Juan empieza a sentir y desear la figura de Inés sin conocerla siquiera.
Los
síntomas del amor se hacen todavía más patentes cuando don Juan, tras raptar a
doña Inés, reconoce el amor desde una visión más espiritual. La atracción
física por su hermosura deja paso a la valoración del alma. Don Juan califica
el amor que siente como algo no terrenal y lo asocia a la clemencia de Dios que
pretende salvarlo. El amor es la solución a su mal comportamiento anterior y al
daño causado en tantas ocasiones:
No
es, doña Inés, Satanás
quien
pone este amor en mí:
es
Dios, que quiere por ti
ganarme
para él quizás.
Es la primera vez que
él mismo cree en su considerable transformación. Se hace notoria por tanto la
evolución desde el burlador de mujeres hacia el amante de una sola mujer con la
que pretende compartir matrimonio.
Finalmente, en la
última escena de la obra, ya situados en el cementerio, el cambio es total: el
protagonista rompe el modelo de pensamiento romántico por excelencia y la razón
supera a la pasión. La última decisión de don Juan es la más racional de su
existencia.
Suéltala,
que si es verdad
que
un punto de contrición
da
a un alma la salvación
de
toda una eternidad,
yo,
Santo Dios, creo en Ti:
si
es mi maldad inaudita,
tu
piedad es infinita…
¡Señor,
ten piedad de mí!.
La
lectura del final de Don Juan Tenorio deja entrever la sensación de que al
negar su esencia don Juan pierde su ser y de este modo se condena a sí mismo. En
definitiva, la concepción de donjuán que pasa a la literatura y al propio
lenguaje castellano es la inicial, la del seductor que con tan solo una mirada
podía rendir a cualquier dama, ese don Juan que contaba los muertos atravesados
por su espada y las mujeres que pasaron por su cama.
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