lunes, 16 de diciembre de 2013

Amor en el Don Juan Tenorio

El Don Juan Tenorio de Zorrilla es la personificación literaria más popular que se haya hecho del legendario personaje “don Juan”, que ya había sido inmortalizado con anterioridad por grandes escritores como Tirso de Molina, Lord Byron o Molière. En la obra, Zorrilla presenta, y con bastante éxito, preocupaciones, sentimientos y deseos de los españoles del siglo XIX. Para ello, utiliza todo tipo de recursos para intensificar la acción y dotarla de mayor teatralidad.

Como algo usual de la época, los románticos españoles preferían expresar su visión del mundo aludiendo a unos temas que, básicamente, coinciden en el fondo y con el enfoque tradicional del romanticismo europeo. Como en todas las épocas, siempre están presentes los sentimientos del hombre ante unos valores básicos y muy repetidos: el amor, la religión, la vida, la muerte...

El amor es la clave para los románticos. No se trata de un amor sereno y sosegado, sino más bien un amor desatado, furioso incluso ciego. En relación con esta visión del amor surgen una estimativa diferente y un papel nuevo de la mujer. Era usual ver la figura de la mujer como un ángel de amor, una persona inocente, muy bella, fuente de ilusiones para el corazón del hombre. El sufrimiento que padece doña Inés queda patente a la hora de su muerte. Una muerte que se produce de pena, al comprender que don Juan y ella nunca podrán estar junto a pesar de amarse profundamente el uno al otro.

Nuevamente el alma de don Juan aparece como una especie de Satanás, de un ser con poderes satánicos. Esto quedará solucionado al final de la obra cuando doña Inés intercede por su figura para salvarle de la condena del infierno, que es lo que pretendía desde el primer momento la aparición de el Comendador y logra que ambos suban al cielo entre un apoteosis de ángeles y cantos celestiales.

Opuesto al desenlace de la obra, hemos elegido unos versos donde aparece la actitud frívola, díscola y chulesca del personaje protagonista. En esta secuencia, don Juan ejerce un poder atractivo muy elevado para las mujeres que son sus víctimas:

DON LUIS:
¡Por Dios que sois hombre extraño!
¿Cuántos días empleáis
en cada mujer que amáis?

DON JUAN:
Partid los días del año
entre las que ahí encontráis.
Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas,
y un hora para olvidarlas.

Tras este parlamento, podemos ver cómo don Juan sale victorioso y triunfante de su fin, pero no contaba con que quedaría atrapado por su propia trampa. Tanta fue la insistencia por conquistar a doña Inés, que puso en su tarea todo el empeño y el alma; incluso tuvo que superarse a sí mismo. Sin embargo, el burlador del amor cayó en los lazos del amor.

Finalmente, algo muy característico también que debemos destacar de esta obra es el escenario empleado: la naturaleza y la ciudad. Por una parte, se juega con una naturaleza que se presenta, sobre todo, en sus formas agrestes y salvajes. No es el jardín cuidado e idealizado, sino el bosque sombrío y lleno de peligros, el cementerio, las tumbas abandonadas o abiertas... siempre en un ambiente nocturno. Los románticos tenían predilección y gustan de asociar estos elementos naturales con los sentimientos. No hay que olvidar que la primera parte de la obra se sitúa en la ciudad; mientras que la segunda, gran parte, transcurre en el panteón de la familia.

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