domingo, 15 de diciembre de 2013

Héroe donjuanesco

La obra comienza teniendo como escenario una posada, donde se fragua la idea de que un duelo tendrá lugar próximamente. De esta manera, Tenorio será retado por don Luis Mejía. Se percibe en don Luis una personalidad paralela a la de don Juan.
Zorrilla enumera las conquistas de ambos, saliendo triunfante don Juan con setenta y dos, por encima de las cincuenta y seis de don Luis. Las conquistas de Tenorio han recorrido toda la escala social. Luis, a quien Juan califica de mal perdedor, propone un último reto a Tenorio; enamorar a una novicia que está a punto de entrar en la orden. Don Juan acepta sin pensarlo, y no solo eso, sino que además amplía la apuesta añadiendo a su lista de conquistas a la mismísima prometida de don Luis.
En este romance entre Luis y Ana de Pantoja, se da de nuevo la tradicional costumbre del matrimonio de conveniencia. No existe entre ellos un amor verdadero, al igual que ocurría entre Paquita y don Diego en El sí de las niñas. La diferencia está en que, en este caso, la persona adinerada no es el hombre sino Ana de Pantoja. Aunque su futuro matrimonio esté movido por el interés, Luis siente miedo de perder a doña Ana:
Ana:
Y ¿qué hay que te asombre en él,
cuando eres tú el dueño de mi corazón?
Luis:
Doña Ana, no lo puedes comprender,
de ese hombre sin conocer nombre y suerte.
Ana:
¡Bah! Duerme, don Luis, en paz,
que su audacia y su prudencia
nada lograrán de mí, que tengo cifrada en ti
la gloria de mi existencia.
La conquista para don Juan se produce de la siguiente manera; un día para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas. Al leer este discurso se observa la concepción que se tiene de la mujer como un objeto. Don Gonzalo, padre de Inés, tras escuchar el discurso de ambos jura a Tenorio no permitir la unión con su hija. Pero don Juan se ríe y le asegura conseguir a la joven con o sin su consentimiento. Aparece aquí nombrada por Gonzalo la fuerza que ejerce Dios, quien dice ser un justiciero que le pondrá en su lugar cuando llegue el juicio final.
El padre de Tenorio pretende emparentarse con los Ulloa y por ello planea una boda con Inés (otro ejemplo más de matrimonio de conveniencia). Este enlace nunca terminó de convencer a don Gonzalo, quien siempre prefirió el convento para su hija.
Tras conseguir conquistar a doña Ana, utilizando para ello el engaño y la mentira, don Juan se dispone a entrar en el convento de doña Inés. Para Inés la carta que encuentra de Tenorio le supone algo incorrecto, tanto es así que reconoce quemarle el papel en las manos. Don Juan llama en su carta a Inés paloma sin libertad. A causa del engaño que Inés sufre de manos de Brígida, don Juan saca a la joven del convento.
Y así, el 4º acto cambia de escenario; nos traslada al campo de Tenorio donde mantienen escondida a Inés. La joven despierta y su conciencia no le permite continuar en ese lugar, no quiere ver su honor manchado; y mucho menos, el de su padre. Por eso, obliga a Brígida a marcharse de allí. Doña Inés es sorprendida por don Juan cuando trata de escapar, por ello él utiliza la belleza del lugar para convencerla de permanecer junto a él. Nos recuerda al locus amoenus; el lugar idílico para desarrollar un amor verdadero. Además, el amante utiliza a Dios para convencer a la joven de que ese amor no proviene de Satán.

Y aunque ella en un principio se muestra reacia, más tarde no puede resistirse y afirma: “¡don Juan!, ¡don Juan! Yo lo imploro de tu hidalga compasión; o arráncame el corazón, o ámame porque te adoro”.

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