La obra comienza
teniendo como escenario una posada, donde se fragua la idea de que un duelo tendrá lugar próximamente. De esta
manera, Tenorio será retado por don Luis Mejía. Se percibe en don Luis una
personalidad paralela a la de don Juan.
Zorrilla enumera las conquistas de
ambos, saliendo triunfante don Juan con setenta y dos, por encima de las
cincuenta y seis de don Luis. Las conquistas de Tenorio han recorrido toda la
escala social. Luis, a quien Juan califica de mal perdedor, propone un último
reto a Tenorio; enamorar a una novicia que está a punto de entrar en la orden.
Don Juan acepta sin pensarlo, y no solo eso, sino que además amplía la apuesta
añadiendo a su lista de conquistas a la mismísima prometida de don Luis.
En este romance
entre Luis y Ana de Pantoja, se da de nuevo la tradicional costumbre del matrimonio de conveniencia. No existe
entre ellos un amor verdadero, al igual que ocurría entre Paquita y don Diego
en El sí de las niñas. La diferencia está
en que, en este caso, la persona adinerada no es el hombre sino Ana de Pantoja.
Aunque su futuro matrimonio esté movido por el interés, Luis siente miedo de
perder a doña Ana:
Ana:
Y ¿qué hay que
te asombre en él,
cuando eres tú
el dueño de mi corazón?
Luis:
Doña Ana, no lo
puedes comprender,
de ese hombre
sin conocer nombre y suerte.
Ana:
¡Bah! Duerme,
don Luis, en paz,
que su audacia y
su prudencia
nada lograrán de
mí, que tengo cifrada en ti
la gloria de mi
existencia.
La conquista
para don Juan se produce de la siguiente manera; un día para enamorarlas, otro
para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora
para olvidarlas. Al leer este discurso se observa la concepción que se tiene de
la mujer como un objeto. Don Gonzalo,
padre de Inés, tras escuchar el discurso de ambos jura a Tenorio no permitir la
unión con su hija. Pero don Juan se ríe y le asegura conseguir a la joven con o
sin su consentimiento. Aparece aquí nombrada por Gonzalo la fuerza que ejerce
Dios, quien dice ser un justiciero que le pondrá en su lugar cuando llegue el
juicio final.
El padre de
Tenorio pretende emparentarse con los Ulloa y por ello planea una boda con Inés
(otro ejemplo más de matrimonio de conveniencia).
Este enlace nunca terminó de convencer a don Gonzalo, quien siempre prefirió el convento para su hija.
Tras conseguir
conquistar a doña Ana, utilizando para ello el engaño y la mentira, don Juan se
dispone a entrar en el convento de doña Inés. Para Inés la carta que encuentra
de Tenorio le supone algo incorrecto, tanto es así que reconoce quemarle el
papel en las manos. Don Juan llama en su carta a Inés paloma sin libertad. A causa del engaño que Inés sufre de manos de
Brígida, don Juan saca a la joven del convento.
Y así, el 4º acto
cambia de escenario; nos traslada al campo de Tenorio donde mantienen escondida
a Inés. La joven despierta y su conciencia no le permite continuar en ese
lugar, no quiere ver su honor
manchado; y mucho menos, el de su padre. Por eso, obliga a Brígida a marcharse
de allí. Doña Inés es sorprendida por don Juan cuando trata de escapar, por
ello él utiliza la belleza del lugar para convencerla de permanecer junto a él.
Nos recuerda al locus amoenus; el lugar idílico para desarrollar un amor
verdadero. Además, el amante utiliza a Dios para convencer a la joven de que
ese amor no proviene de Satán.
Y aunque ella en
un principio se muestra reacia, más tarde no puede resistirse y afirma: “¡don Juan!, ¡don Juan! Yo lo imploro de tu
hidalga compasión; o arráncame el corazón, o ámame porque te adoro”.
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