miércoles, 4 de diciembre de 2013

El amor, celestial e infernal, en El estudiante de Salamanca

El estudiante de Salamanca de José de Espronceda es un poema narrativo publicado en 1840 en el que se refunden elementos de la tradición literaria como la leyenda del don Juan, el mundo de ultratumba y la visión de su propio entierro. La obra cumple, uno a uno, todos los tópicos de las obras románticas. A través de sus 1704 versos, a modo de un largo poema narrativo, acumula historias de fantasmas, un clásico del XIX, junto a abundantes descripciones de escenarios macabros, ya que toda la acción transcurre de noche, entre las sombras de la ciudad de Salamanca. Y en ella, por último, se encuentran también constantes alusiones a la muerte, a lo ultraterreno y, por supuesto, al amor, tema esencial de la época, convertido casi en religión y en el cuál vamos a centrarnos.


Espronceda, como Bécquer en sus leyendas, nos cuenta desde los primeros versos que se dispone a relatar una de ellas. La historia que nos presenta vamos a enfocarla desde sus dos personajes más relevantes y así entender la doble visión del amor en la obra. El principal es Félix de Montemar, un joven sin escrúpulos dedicado a ver cumplidos sus propios deseos. La segunda es la bella Elvira, una joven despechada después de que el estudiante la haya abandonado, como hace con todas sus conquistas.

Con ecos del don Juan Tenorio y de El burlador de Sevilla, Félix de Montemar,  un personaje asocial, es un estudiante valeroso que desprecia la ley. Si ahondamos más, nuestro protagonista no destaca por su donjuanismo sino, más bien, por su satanismo. Es egoísta, frío y no muestra ningún gesto de arrepentimiento ni temor, ni siquiera ante la muerte.

Vedle, don Félix es, espada en mano,
sereno el rostro, firme el corazón;
también de Elvira el vengativo hermano
sin piedad a sus pies muerto cayó.
Y con tranquila audacia se adelanta
por la calle fatal del Ataúd;
y ni medrosa aparición le espanta,
ni le turba la imagen de Jesús.

Frente a él, la joven Elvira, la dama angelical e inocente que sufre su desdén. En los siguientes versos podemos calcular el amor puro que sentía la amada y su entrega a Félix de Montemar. Sin duda, Elvira representa la desdicha y ser víctima del engaño del conquistador.

Cifró en don Félix la infeliz doncella
toda su dicha, de su amor perdida;
fueron sus ojos a los ojos de ella
astros de gloria, manantial de vida.
Cuando sus labios con sus labios sella
cuando su voz escucha embebida,
embriagada del dios que la enamora,
dulce le mira, extática le adora.


El estudiante de Salamanca debe entenderse como una expresión absoluta  de la muerte terrorífica, desesperada y opuesta al conformismo. Espronceda desarrolla una formulación romántica del conflicto entre la felicidad y la desdicha, entre la realidad y el sueño de una perdida felicidad inocente, todo ello simbolizado en la pareja de personajes tratados. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario