El estudiante de Salamanca
de José de Espronceda es un poema narrativo publicado en 1840 en el que se
refunden elementos de la tradición literaria como la leyenda del don Juan, el
mundo de ultratumba y la visión de su propio entierro. La obra cumple, uno a
uno, todos los tópicos de las obras románticas. A través de sus 1704 versos, a
modo de un largo poema narrativo, acumula historias de fantasmas, un clásico
del XIX, junto a abundantes descripciones de escenarios macabros, ya que toda
la acción transcurre de noche, entre las sombras de la ciudad de Salamanca. Y
en ella, por último, se encuentran también constantes alusiones a la muerte, a
lo ultraterreno y, por supuesto, al amor, tema esencial de la época, convertido
casi en religión y en el cuál vamos a centrarnos.
Espronceda,
como Bécquer en sus leyendas, nos cuenta desde los primeros versos que se
dispone a relatar una de ellas. La historia que nos presenta vamos a enfocarla
desde sus dos personajes más relevantes y así entender la doble visión del amor
en la obra. El principal es Félix de Montemar, un joven sin escrúpulos dedicado
a ver cumplidos sus propios deseos. La segunda es la bella Elvira, una joven
despechada después de que el estudiante la haya abandonado, como hace con todas
sus conquistas.
Con
ecos del don Juan Tenorio y de El burlador de Sevilla, Félix de Montemar, un personaje asocial, es un estudiante
valeroso que desprecia la ley. Si ahondamos más, nuestro protagonista no
destaca por su donjuanismo sino, más bien, por su satanismo. Es egoísta, frío y
no muestra ningún gesto de arrepentimiento ni temor, ni siquiera ante la
muerte.
Vedle,
don Félix es, espada en mano,
sereno
el rostro, firme el corazón;
también
de Elvira el vengativo hermano
sin
piedad a sus pies muerto cayó.
Y
con tranquila audacia se adelanta
por
la calle fatal del Ataúd;
y
ni medrosa aparición le espanta,
ni
le turba la imagen de Jesús.
Frente
a él, la joven Elvira, la dama angelical e inocente que sufre su desdén. En los
siguientes versos podemos calcular el amor puro que sentía la amada y su
entrega a Félix de Montemar. Sin duda, Elvira representa la desdicha y ser víctima
del engaño del conquistador.
Cifró
en don Félix la infeliz doncella
toda
su dicha, de su amor perdida;
fueron
sus ojos a los ojos de ella
astros
de gloria, manantial de vida.
Cuando
sus labios con sus labios sella
cuando
su voz escucha embebida,
embriagada
del dios que la enamora,
dulce
le mira, extática le adora.
El
estudiante de Salamanca debe entenderse como una expresión absoluta de la muerte terrorífica, desesperada y
opuesta al conformismo. Espronceda desarrolla una formulación romántica del
conflicto entre la felicidad y la desdicha, entre la realidad y el sueño de una
perdida felicidad inocente, todo ello simbolizado en la pareja de personajes
tratados.
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