Nos encontramos ante la obra más
representativa del teatro romántico español, Don Juan Tenorio. Nuestro protagonista es osado con las mujeres,
valiente con los hombres y atrevido con los difuntos.
“Acuérdate
de quien llora
al
pie de tu celosía
y
allí le sorprende el día
y
le halla la noche allí;
acuérdate
de quien vive
solo
por ti, ¡vida mía!,
y
que a tus pies volaría
si
le llamaras a ti”.
La segunda parte de la obra (y para
muchos la más bella), se representa en un panteón donde un escultor pone fin a
su obra; una estatua de don Diego, otra de don Luis y finalmente una de doña
Inés. Cuando don Juan aparece en aquel lugar pregunta sorprendido al escultor
la historia de este cementerio. Éste le cuenta que don Diego prometió hacer
heredero a la persona que se encargara de convertir este lugar en un panteón
que acogiera a las víctimas de su hijo. Tenorio se queda atónito al percatarse
de la estatua de Inés. Tras quedarse solo en el lugar se acerca a ella diciendo:
“Mármol en quien doña Inés en cuerpo sin
alma existe”. Le suplica un hueco en su sepulcro: “que desperdicio de juventud encerrada en un
ataúd”. Mientras él llora aparece un vapor que hace desaparecer la
escultura. Y de repente, Inés aparece para contarle el pacto que ha acordado
con Dios. Le ofreció su alma pura a cambio del perdón de don Juan; y Dios, al ver lo que ella le amaba la hizo esperarle en su sepulcro. Si con el paso
del tiempo él volvía ambos se salvarían, sino sus almas se perderían. Por ello,
Inés ruega a don Juan que limpie su conciencia a través del perdón.
El motivo de su muerte, según
explica el escultor, fue la gran pena que en su corazón quedó al volver al
convento tras haber probado y conocido el amor en brazos del famoso don Juan
Tenorio. Inés le protege de las sombras que comienzan a aparecer junto a él.
En esta obra Zorrilla hace un canto
encendido a la pasión y al amor verdadero, además de revivir a la figura del
libertino. La actitud de Tenorio cambia a raíz de su idilio con Inés, el amor
nos muestra a un don Juan más humanizado. Por ella renuncia a ser un
conquistador, siendo capaz de aceptar las normas sociales y abandonar su eterna
soltería para unirse a ella en matrimonio. Se trata, por tanto, de un personaje
que está en continuo crecimiento. El triunfo del amor se produce una vez
muertos los amantes (amor post mortem).
La bella creación del personaje de
doña Inés, ese ángel de amor, va
adquiriendo importancia a medida que avanza la obra, siendo una pieza clave en
el desenlace del drama. La sitúa como intermediaria entre el cielo (pacta con Dios para que perdone a su amado) y la tierra (los placeres mundanos, o más
bien, los pecados de don Juan). Inés alimenta una fuerte llama de amor por él
en la soledad del convento. Y aquí a la única razón que se sigue es a la del
corazón. Esta manera de solucionar el conflicto supone una innovación romántica
que nos viene de la mano de Zorrilla, y es conocida como la salvación del libertino a través de un amor verdadero.
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