jueves, 5 de diciembre de 2013

Clímax romántico

Es un poema narrativo romántico de contenido, estilo y métrica tradicionalista. En este sentido interesa que los textos parezcan antiguos porque se creía que esa era la auténtica forma española y nacional. Es una obra original, pero también es una obra pastiche. La literatura romántico mezcla muchos elementos de aluvión, que en un principio no tienen mucho que ver, es una extraña amalgama.

Una vez que tenemos asumida su lectura, podemos destacar varias cosas. Dejando un poco de lado, lo que al tema amoroso se refiere, un detalle muy importante en mi opinión, es la importancia que adquiere en este obra la descripción y el detallismo que presenta el espacio de la misma.

El esfuerzo que hace Espronceda en la descripción para crear un ambiente muy sórdido y tenebrista así como para conseguir un clímax muy romántico y gótico es digno de relatar. Se trata de un clímax que irá “in crescendo” a medida que vamos avanzando en la obra.

El poema se abre con la tradicional descripción de la noche, donde los tópicos románticos tienen espacio y motivo suficiente para adueñarse de la escena:

antiguas historias”, “sueño y silencio”, “los vivos muertos parecen, los muertos la tumba dejan”, “pisadas huecas”, “densas tinieblas”, “misteriosos sonidos de maldición y anatema”

Esa descripción del espacio, tiene una pausa en la segunda y tercera parte, pero será en la parte última donde se adensa gradualmente. El misterio de las calles salmantinas es el escenario perfecto que Espronceda escoge para situar a sus personajes. Estamos en una especie de marco urbano casi encantado.

Es ahí donde se aparece la engañosa figura femenina de Elvira. A través de las calles y las plazas que se van quedando atrás, la noche se puebla de voces lúgubres, de los redobles del Aquilón. En este momento, la realidad se transforma en una fantasía, en un mundo puramente sepulcral animado por una gran danza de espectros.

La agonía del personaje protagonista se acrecienta ante la terrible situación que está viviendo: está contemplando su propio entierro. Félix ve una especie de procesión de almas en penas, que anuncian la muerte del caminante que se encuentra con ella. Es algo muy usual que también aparece en la “Santa Compaña” del folklore gallego. Este ambiente lúgubre parece estar sobrevolado por la sombra de la muerte, y por eso termina como lo hace. Muere un hombre, se personifica la muerte en escena.

Todo este ambiente lúgubre e infernal termina con la serenidad que trae consigo la luminosa llegada del alba. Una vez superadas las terribles sombras que anteriormente habían hecho acto de presencia, estamos ahora ante un nuevo panorama; podemos asomarnos a una mañana transparente y fría, libre de todas aquellas figuras tenebrosas que han hecho acto de presencia.

Y huyó la noche y con la noche huían
sus sombras y quiméricas mujeres,
y a su silencio y calma sucedían
el bullicio y rumor de los talleres
y a su trabajo y a su afán volvían
los hombres y a sus frívolos placeres
(...)

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