Es
un poema narrativo romántico de contenido, estilo y métrica
tradicionalista. En este sentido interesa que los textos parezcan
antiguos porque se creía que esa era la auténtica forma española y
nacional. Es una obra original, pero también es una obra pastiche.
La literatura romántico mezcla muchos elementos de aluvión, que en
un principio no tienen mucho que ver, es una extraña amalgama.
Una
vez que tenemos asumida su lectura, podemos destacar varias cosas.
Dejando un poco de lado, lo que al tema amoroso se refiere, un
detalle muy importante en mi opinión, es la importancia que adquiere
en este obra la descripción y el detallismo que presenta el espacio
de la misma.
El
esfuerzo que hace Espronceda en la descripción para crear un
ambiente muy sórdido y tenebrista así como para conseguir un
clímax muy romántico y gótico es digno de relatar. Se trata de un
clímax que irá “in crescendo” a medida que vamos avanzando en
la obra.
El
poema se abre con la tradicional descripción de la noche, donde los
tópicos románticos tienen espacio y motivo suficiente para
adueñarse de la escena:
“antiguas
historias”, “sueño y silencio”, “los vivos muertos parecen,
los muertos la tumba dejan”, “pisadas huecas”, “densas
tinieblas”, “misteriosos sonidos de maldición y anatema”
Esa
descripción del espacio, tiene una pausa en la segunda y tercera
parte, pero será en la parte última donde se adensa gradualmente.
El misterio de las calles salmantinas es el escenario perfecto que
Espronceda escoge para situar a sus personajes. Estamos en una
especie de marco urbano casi encantado.
Es
ahí donde se aparece la engañosa figura femenina de Elvira. A
través de las calles y las plazas que se van quedando atrás, la
noche se puebla de voces lúgubres, de los redobles del Aquilón. En
este momento, la realidad se transforma en una fantasía, en un mundo
puramente sepulcral animado por una gran danza de espectros.
La
agonía del personaje protagonista se acrecienta ante la terrible
situación que está viviendo: está contemplando su propio entierro.
Félix ve una especie de procesión de almas en penas, que anuncian
la muerte del caminante que se encuentra con ella. Es algo muy usual
que también aparece en la “Santa Compaña” del folklore gallego.
Este ambiente lúgubre parece estar sobrevolado por la
sombra de la muerte, y por eso termina como lo hace. Muere un hombre,
se personifica la muerte en escena.
Todo
este ambiente lúgubre e infernal termina con la serenidad que trae
consigo la luminosa llegada del alba. Una vez superadas las terribles
sombras que anteriormente habían hecho acto de presencia, estamos
ahora ante un nuevo panorama; podemos asomarnos a una mañana
transparente y fría, libre de todas aquellas figuras tenebrosas que
han hecho acto de presencia.
Y
huyó la noche y con la noche huían
sus
sombras y quiméricas mujeres,
y
a su silencio y calma sucedían
el
bullicio y rumor de los talleres
y
a su trabajo y a su afán volvían
los
hombres y a sus frívolos placeres
(...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario