El
amor es un asunto que ha trascendido en toda época y en toda generación, en el
transcurrir de los siglos, desde tiempos remotos, y además ha convivido y
evolucionado junto con los diversos aspectos de la vida de todo ser humano. Los cambios e innovaciones que el amor irá
encontrándose a su paso particularizarán los hábitos en el vivir y en el
querer, dilatándose a su vez en cualquier creación artística.
Mariano José de Larra fue un
destacado autor de prosa, un gran genio de literatura romántica y costumbrista.
Al igual que otros autores contemporáneos a él, Larra señaló que la prensa era
el medio principal del incipiente costumbrismo, ya que permitía la
proliferación de cuadros y artículos de costumbres. Así pues, si centramos
nuestra mirada en sus artículos, observamos a un Larra que denuncia con soltura
a la modernidad como origen del vacío y de la deshumanización del hombre.
Ponemos como ejemplo La educación de entonces, un artículo de
La Revista Española, Periódico Dedicado a
la Reina Ntra. Sra., n.º 140, publicado el 5 de enero de 1834, en
Madrid. Se trata de un artículo
claramente costumbrista en el que nuestro autor quiso abordar varias cuestiones
de la vida desde una perspectiva costumbrista. De hecho, resuelve el final de
su escrito así: << […] ¡He aquí, en
fin, un artículo de costumbres mejor que todos los que yo acertara a hacer!
>>. Todo su contenido se
sitúa en un marco literario donde un personaje anónimo – que suponemos que es
la voz de Larra– durante su paseo y sus divagaciones, escucha el diálogo entre
dos señores muy tradicionales, don Lope de Antaño y don Pedro Josué de
Arrierán. Sobre ellos y sobre sus ideologías, aquel personaje anónimo exalta: << ¡He aquí los hombres de entonces!
¡He aquí los viejos materiales con que quieren hacerse casas nuevas! >>.
Estos dos interlocutores conversaban sobre los tiempos de antes y los nuevos
tiempos de ahora, tiempos de luces y de reformas. Conforme iba avanzando el coloquio, estas dos
figuras fueron abarcando y restringiendo el modo de educar, el modo de vivir y
el modo de amar, desde la perspectiva de lo revolucionariamente moderno hasta
lo irrevocablemente tradicional. Así pues, podemos ver con detenimiento cómo se
manifiesta cierta repulsa hacia lo nuevo, hacia estas malditas reformas, como alega don Lope de Antaño en el
desenlace, hacia esa baraúnda o educación modernas. En cambio, en otra
instancia, se expresa un gran apego a aquellos
tiempos, a los tiempos de antes. Así, dice don Lope:
[…]
he de emplear lo poco que valgo en hacer por que no sigan adelante estas ideas
nuevas que se apoderan sin remedio de todas las cabezas, trastornando nuestras
costumbres y nuestro modo de vivir, sino que volvamos a nuestro primitivo
estado.
Ahora bien, centralicemos nuestro
interés en el tema del amor. Éste es un asunto que en el texto vemos focalizado
mismamente desde dos estadios: lo novedoso y lo convencional, estableciendo sus
pros y sus contras. Al desmenuzar el
texto, destacamos varias dicotomías: autoridad / libertad; matrimonio
concertado / matrimonio por amor; lentitud / prisas; recatamiento, opresión e
hipocresía / libertinaje, autonomía y liberación de sentimientos pasionales. En el artículo somos testigos de una serie de
comparaciones a favor de las costumbres de toda la vida, llamémoslas así, como
percibimos en varios fragmentos:
[…]
Mire usted: a los treinta años me casé. ¿Querrá usted creer que nunca le había
visto la cara a la novia, ni ella, que tan recogida vivía como yo, me la había
visto a mí? Ni conocíamos nuestro carácter, ni… Nos lo dieron todo hecho; así
fue que después nos llevamos siempre muy mal mi mujer y yo. […]; no era uno
como esos maridos de ahora, que se dejan los días y las noches a sus mujeres a
merced del primer boquirrubio que pasa y entra; nosotros siempre estábamos juntos
como un juego de pendientes. En eso consistía el reñir, porque como no nos
podíamos ver…
[…] Pues, ¿y las muchachas, qué
recogidas se criaban, en un santo temor de Dios, sin novelicas, ni óperas, ni
zarandajas? Verdad es que eran un poco más hipócritas; pero ¡mire usted qué
malo! A lo menos no daban que decir. En el día, los libricos empiezan a
alborotarlas los cascos, se acaloran, y al primer querido que concluye la obra
que empezaron los libros, ¡paf!, sólo el diablo sabe lo que anda: se le casa a
usted, si es que se le casan, poco menos que sin pedirle licencia. […], porque la
carne siempre ha sido flaca.
Estos
discursos nos remiten a la literatura, a libros como por ejemplo La Celestina, Romeo y Julieta, Don Álvaro
o la fuerza del sino o incluso Don
Juan Tenorio. En su mayoría, son muestras en las que la mujer se deja
embaucar por el hombre, el hecho amoroso y la pasión hasta que todo desemboca
en un amor imposible, en un final trágico y fatal, quizá como consecuencia del
quebrantamiento de reglas. Toda la acción se da en medio de una sociedad
clásica e influyente en la cual predomina
la opresión y la autoridad de la figura paterna, el control y la oscura crítica
de la mirada ajena. En relación con esto
anterior, observamos que la mujer parte de un estado puro y singular –
equivalente a lo tradicional–, y que, sin embargo, desemboca en un dejarse
llevar por el afecto, la seducción de la lectura y las declaraciones del hombre
– equiparable a lo moderno–; todo acaba en un desenfreno amoroso y en un desenlace
no tan feliz como se estimaba.
[…] Verdad es
que yo conocí aun en aquellos tiempos más de cuatro… de las cuales una se
escapó con un mozalbete a quien quería, porque la tenían oprimida sus padres;
otra cogió una pulmonía que la echó al hoyo en pocos días, de ver al cuyo a
deshoras por la reja […]; otra que se aficionó del criado de su casa más de lo
que a su recato y buen nombre convenía […] y se murieron sus padres de
pesadumbre; y otra, por fin, se murió ella misma de tristeza en un convento, donde
la metieron por fuerza sus padres, llenos de prudencia, por miedo de que se
perdiese en el siglo…
He aquí los tratamientos del amor en un
marco tanto tradicional como moderno, con sus fines, sus consecuencias, sus modos de ser,
sus diferencias, sus diatribas, sus ventajas, sus consecuencias y, al fin y al
cabo, su particular esencia.
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