lunes, 25 de noviembre de 2013

Lo que la verdad esconde

El cuento Una nariz. Anécdota de carnaval pertenece a Manuel Bretón de los Herreros. Se trata del máximo representante de la comedia burguesa de la época romántica. A pesar de que se nos presenta una situación que podríamos considerar como usual y típica dentro del ámbito de la literatura española a lo largo de nuestra historia, Manuel Bretón de los Herreros nos introduce ante una variante del Romanticismo que se aleja de los parámetros típicos de esta corriente . Se trata del "juego" que lleva a cabo un galán para cortejar a una dama enmascarada, lo cual acaba con un desenlace totalmente inesperado. Estamos, por lo tanto, ante un relato divertido, escrito con sutileza y descaro.

A pesar de la insistencia por parte del galán y su afán de conseguir ver el rostro de la dama, hay momentos en los que incluso el delirio y la locura se apoderan del protagonista:

¿Eso más? ¡Oh, gloria! ¡Oh ventura! ¡Envidiadme mortales! ¡Dadme la lira, oh, musas! En este momento soy Píndaro, soy Tirteo...”.

Los halagos y los piropos son continuos en la boca del galán, aunque es la dama quien no se deja cortejar en primer momento ante la insistencia de él por conseguir que se quite la máscara a pesar de los halagos que éste ofrece a todas las partes que llega a ver:

¿No me está enamorando tu pie donoso y pequeñuelo? ¿No me revela mayores hechizos la palpitación de ese pecho celestial? ¿No me hieren los rayos de esos morenos ojos tan encantadores? Esas trenzas de ébano que forman tan hermoso contraste con la animada blancura de tu garganta(...)”.

En este ambiente tan romántico, bucólico, enamoradizo... con mucha delicadeza y juego de flirteo entre ambos personajes, ocurre algo inusual al final del texto. Se trata de las lamentaciones y la decepción que sufre al ver el “rostro” de la dama. A raíz de esto, la actitud del protagonista sufre un cambio brusco. Todo son lamentos:

La cólera me cegaba. Me faltaba tierra para huir, tropezaba en muebles, en personas, en mí mismo y me hubiera marchado a mi casa sin esperar el coche ni rescatar la capa(...)”.

Esto ocurre cuando Ella se descubre, quitándose la máscara pero manteniendo una nariz postiza. Ante su presumible fealdad, el protagonista se excusa y se aleja, poniendo fin a la conversación que antes había tenido con la dama. Finalmente la “serranita”, como él la llama, da una lección de moralidad al galán, se arranca la nariz y le muestra su verdadera imagen.

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