El
cuento Una nariz. Anécdota de carnaval pertenece a Manuel
Bretón de los Herreros. Se trata del máximo representante de la comedia burguesa
de la época romántica. A pesar de que se nos presenta una
situación que podríamos considerar como usual y típica dentro del
ámbito de la literatura española a lo largo de nuestra historia, Manuel Bretón de los Herreros nos introduce ante
una variante del Romanticismo que se aleja de los parámetros típicos de esta corriente
. Se
trata del "juego" que lleva a cabo un galán para cortejar a
una dama enmascarada, lo cual acaba con un desenlace totalmente
inesperado. Estamos, por lo tanto, ante un relato divertido, escrito con sutileza y descaro.
A
pesar de la insistencia por parte del galán y su afán de conseguir
ver el rostro de la dama, hay momentos en los que incluso el delirio
y la locura se apoderan del protagonista:
“ ¿Eso
más? ¡Oh, gloria! ¡Oh ventura! ¡Envidiadme mortales! ¡Dadme la
lira, oh, musas! En este momento soy Píndaro, soy Tirteo...”.
Los
halagos y los piropos son continuos en la boca del galán, aunque es
la dama quien no se deja cortejar en primer momento ante la
insistencia de él por conseguir que se quite la máscara a pesar de
los halagos que éste ofrece a todas las partes que llega a ver:
“ ¿No
me está enamorando tu pie donoso y pequeñuelo? ¿No me revela
mayores hechizos la palpitación de ese pecho celestial? ¿No me
hieren los rayos de esos morenos ojos tan encantadores? Esas trenzas
de ébano que forman tan hermoso contraste con la animada blancura de
tu garganta(...)”.
En
este ambiente tan romántico, bucólico, enamoradizo... con mucha
delicadeza y juego de flirteo entre ambos personajes, ocurre algo
inusual al final del texto. Se trata de las lamentaciones y la
decepción que sufre al ver el “rostro” de la dama. A raíz de
esto, la actitud del protagonista sufre un cambio brusco. Todo son
lamentos:
“La
cólera me cegaba. Me faltaba tierra para huir, tropezaba en muebles,
en personas, en mí mismo y me hubiera marchado a mi casa sin esperar
el coche ni rescatar la capa(...)”.
Esto
ocurre cuando Ella se descubre, quitándose la máscara pero
manteniendo una nariz postiza. Ante su presumible fealdad, el
protagonista se excusa y se aleja, poniendo fin a la conversación
que antes había tenido con la dama. Finalmente la “serranita”,
como él la llama, da una lección de moralidad al
galán, se
arranca la nariz y le muestra su verdadera imagen.
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