domingo, 24 de noviembre de 2013

UN AMOR TRÁGICO CIFRADO A TRAVÉS DEL LENGUAJE DE LAS FLORES


        
El cuento conocido como “La peña de los enamorados” aparece  publicado en octubre de 1836 en el Semanario pintoresco español, famosa revista madrileña que se edita desde 1836 hasta 1857, fundada por el célebre escritor costumbrista Mesonero Romanos.

Nos presenta la historia amorosa entre una mora, Zulema, y un cristiano cautivo, Don Fadrique de Carvajal. Se trata de una narración a cargo de un narrador omnisciente que cuenta la historia en tercera persona, aunque también se intercalan fragmentos en estilo directo que recogen las intervenciones de los personajes; el cuento está imbuido de motivos recurrentes de la literatura provenzal del amor cortés, tales como la brasa del amor (ignis amoriso el amor como cárcel  o cautiverio: “Y después, Fadrique, y después cuando el cautiverio de amor vino a aprisionarnos a ambos mas que el de tus hierros, cuando abrasados ambos en lo íntimo de nuestros corazones(…)”.

Uno de los aspectos más originales del cuento es el misterioso lenguaje amoroso que Zulema había enseñado a su amado Don Fadrique, un lenguaje basado en simbología y el significado de las flores.
 

 Incomprensible fue para D. Fadrique el ramo que Zulema dejó junto a la fuente: era el caballero tan diestro en disfrazar aquella especie de escritos, que ni el árabe mas galán pudiera aventajarle. Pero en aquella ocasión se molestaba en vano dando vueltas a aquel conjunto de flores, sin poder entender el arcano que en ellas se encerraba. Unos cuantos botones de siempre viva le indicaban la constancia de Zulema ; y luego una zarza rosa venia a recordarle su mala ventura; el colchico le decía claramente  "pasó el tiempo de la felicidad"; pero puesta a su lado una retama le infundía alguna esperanza; quería luego con mas ahínco penetrar el sentido, y entre mil insignificantes flores solo un crisócomo significaba algo "no hacerse esperar". Conoció pues que Zulema obligada a hacer aquel ramo en presencia del hagib, habría puesto en él mil cosas insignificantes solo por condescender con su molesto acompañante; pero con todo un heliotropo que descollaba en medio, le gritaba con muda voz, "yo te amo", y esto le consolaba.
 

Gracias a dos tallos de anagalida (una flor que simboliza "cita amorosa"), los dos enamorados pudieron encontrarse y escapar juntos. Así, Zulema consigue huir de las manos de su padre, quien quería entregarla en matrimonio a otro hombre al que ella no amaba.

Los corazones de ambos enamorados están abrasados por la llama del amor, un amor destinado a la tragedia. Este destino trágico se preludia desde el principio de la narración en el lema que está grabado en caracteres arábigos en la entrada del pabellón donde Zulema y Don Fadrique se encuentran: Morir gozando, que es precisamente la manera en que morirían Zulema y Don Fadrique. Descubiertos y acribillados por el padre de Zulema y sus hombres, ambos enamorados caen en la desesperación. Don Fadrique no tiene más salida que precipitarse al abismo; en cambio, Zulema tiene la posibilidad de salvarse, pero ella no concibe vivir sin Fadrique: ambos enamorados prefieren morir antes que estar separados. Resulta ésta una concepción muy romántica del amor, o el amor o la muerte, o todo o nada. De esta manera, Zulema se precipita también al vacío con su “cadáver vagando por el aire como el de una paloma herida de una flecha a  reposar junto al de aquel por quien había tantas veces jurado morir gozando".

 






 

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