El cuento conocido como “La peña de los enamorados” aparece
publicado en octubre de 1836 en el Semanario pintoresco español,
famosa revista madrileña que se edita desde 1836 hasta 1857, fundada por el célebre
escritor costumbrista Mesonero Romanos.
Nos presenta la historia
amorosa entre una mora, Zulema, y un cristiano cautivo, Don Fadrique de
Carvajal. Se trata de una narración a cargo de un narrador omnisciente que
cuenta la historia en tercera persona, aunque también se intercalan fragmentos
en estilo directo que recogen las intervenciones de los personajes; el cuento
está imbuido de motivos recurrentes de la
literatura provenzal del amor cortés, tales como la brasa del amor (ignis amoris) o el amor
como cárcel o cautiverio: “Y después, Fadrique, y después cuando el cautiverio de amor
vino a aprisionarnos a ambos mas que el de tus hierros, cuando abrasados ambos
en lo íntimo de nuestros corazones(…)”.
Uno de los aspectos más
originales del cuento es el misterioso lenguaje amoroso que Zulema había enseñado
a su amado Don Fadrique, un lenguaje basado en simbología y el significado de
las flores.
Incomprensible fue para D. Fadrique el ramo
que Zulema dejó junto a la fuente: era el caballero tan diestro en disfrazar
aquella especie de escritos, que ni el árabe mas galán pudiera aventajarle.
Pero en aquella ocasión se molestaba en vano
dando vueltas a aquel conjunto de flores, sin poder entender el arcano que en
ellas se encerraba. Unos cuantos botones de siempre viva le indicaban la
constancia de Zulema ; y luego una zarza rosa venia a recordarle su mala
ventura; el colchico le decía claramente "pasó el tiempo de
la felicidad"; pero puesta a su lado una retama le infundía alguna esperanza;
quería luego con mas ahínco penetrar el sentido, y entre mil insignificantes
flores solo un crisócomo significaba algo "no hacerse esperar". Conoció pues que
Zulema obligada a hacer aquel ramo en
presencia del hagib, habría puesto en él mil cosas insignificantes solo por
condescender con su molesto acompañante; pero con todo un heliotropo que
descollaba en medio, le gritaba con muda voz, "yo te amo", y esto le consolaba.
Gracias a dos tallos de
anagalida (una flor que simboliza "cita amorosa"), los dos enamorados
pudieron encontrarse y escapar juntos. Así, Zulema consigue huir de las manos
de su padre, quien quería entregarla en matrimonio a otro hombre al que ella no
amaba.
Los corazones de ambos
enamorados están abrasados por la llama del amor, un amor destinado a la
tragedia. Este destino trágico se preludia desde el principio de la narración
en el lema que está grabado en caracteres arábigos en la entrada del pabellón
donde Zulema y Don Fadrique se encuentran: Morir gozando, que es
precisamente la manera en que morirían Zulema y Don Fadrique. Descubiertos y
acribillados por el padre de Zulema y sus hombres, ambos enamorados caen en la
desesperación. Don Fadrique no tiene más salida que precipitarse al abismo; en
cambio, Zulema tiene la posibilidad de salvarse, pero ella no concibe vivir
sin Fadrique: ambos enamorados prefieren morir antes que estar separados.
Resulta ésta una concepción muy romántica del amor, o el amor o la muerte, o
todo o nada. De esta manera, Zulema se precipita también al vacío con su “cadáver
vagando por el aire como el de una paloma herida de una flecha a reposar junto al de aquel por quien había
tantas veces jurado morir gozando".

No hay comentarios:
Publicar un comentario