domingo, 24 de noviembre de 2013

Juego de máscaras

           A lo largo de las primeras décadas del siglo XIX, ya en los inicios del Romanticismo, nacieron en España diversas revistas de interés en vías de desarrollo y perfeccionamiento, en las cuales se solían publicar, entre otras cosas, ingeniosos cuentos y artículos. Tal sería el caso de El Artista, El Español, No me olvides o La Alhambra. Nos centramos en ésta última, la cual, publicada entre 1839-1843 y dotada de cierto carácter conservador, se inclinaba hacia el relato histórico, amoroso y moral. Los cuentos humorísticos ocupaban también un lugar importante y tomamos como máximo referente <<Una nariz>>, un cuento de Manuel Bretón de los Herreros que responde a una ocurrente anécdota establecida en un marco casi teatral por su diálogo. Es, al fin y al cabo, un relato muy divertido, escrito con mucha sutileza y un irrevocable descaro.

            Podríamos reducir su trama en las siguientes líneas… En un baile de máscaras, un poeta con la cara descubierta se sienta junto a una joven enmascarada, a la cual él llamará serranilla o amable serrana. Desde el comienzo, y sin conocerla, la piropea y la halaga, pero casi de inmediato le insiste en que se quite la máscara para poder contemplar su sublime belleza y hacerle versos. Ella se niega en rotundo alegando que bajo aquel disfraz se escondía su fealdad. Entonces, el poeta, no creyéndoselo del todo, le promete que, en el caso de que fuera así, no dejaría de adorarla por otras dotes, como su conversación, su voz, su afabilidad y su gracia. Finalmente, y entre risas, la muchacha se despoja de su máscara horrorizándolo con su nariz, y el poeta, casi petrificado por aquella monstruosidad, se despidió con un a los pies de usted, y luego huye despavoridamente. Poco después, la joven se acerca a él y le descubre que la nariz era falsa, en sí otra máscara, y, agarrada a un galante personaje, se despide con un frío y cruel beso a usted la mano.

            Se trata de un cuento que, a pesar de lo aparente, guarda mucho mensaje y mucha crítica si ahondásemos en él. No obstante, si nos concentramos en lo amoroso, vemos a relucir una verdadera burla dirigida a la figura del poeta y a sus necias e imprudentes palabrerías, y todo ello se pone en tela de juicio hasta caer en lo risible.  El poeta necesitaba contemplar la belleza exterior desde el principio para alcanzar la inspiración, actitud que juzgaríamos de superficial y engañosa, camuflada bajo cada una de sus continuas adulaciones y falsas promesas. A pesar de que incluso le perdona su fealdad y alaba otras cualidades, su terror ante aquella deformidad nariguda, a la hora de la verdad, denuncia su hipocresía y su artificio. Se da propiamente un juego de máscaras donde resulta interesante descubrir quién desenmascaraba a quién, si él a ella o ella a él.

            Todo girará en torno a un marco tradicional de amor cortés, y a lo largo del relato se evitará romper el hilo de su discurso. Así, bajo la expresión a los pies de usted, se esconde cierto respeto y cierta ironía, una falsa postración por parte del poeta.  Y en otra instancia, la expresión beso la mano de usted  favorece en el desenlace de la historieta un intercambio de papeles e incluso disimula una simpática y no menos mordaz represalia por parte de ella. La joven protagonista, siendo inteligente y buena escrutadora de la realidad, no caería en las redes de un simulado enamorado, y además salió bien airosa de la situación.

            << ¿Cómo pintar mi vergüenza, mi desespero, al ver tan preciosa criatura y al recordar la ligereza, la indiscreción, la iniquidad de mi conducta? Iba a pedirle mil perdones, a llorar mi error, a besar postrado el polvo de sus pies, pero la cruel dio el brazo a su pareja, me desconcertó con una mirada severa y desapareció diciéndome fríamente: beso a usted la mano.>>

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